lunes, 12 de agosto de 2013


No sé si realmente estoy estancada. Tal vez me gusta verme así porque hasta suelo tener empatía por los sentimientos más incómodos. En cierto punto, eso es cómodo.
No sé si estoy podrida, sólo estoy harta. Cada vez pretendo evolucionar más rápido, pero tengo que entender que eso no va a ser posible. Las cicatrices van a seguir estando, van a seguir ardiendo, pero lo único que puedo hacer es seguir. Me indigna saber que sigo teniendo los mismos temores que la Tina de diecisiete años, que la de trece, que la de ocho. Hay muchísimas actitudes que debo corregir para romper esa barrera.
Quiero madurar, me encanta intentar dar lo mejor de mí como haría una nena ilusa, y aspirar a lo (casi) imposible.
Espero algún día comprender la clave de cómo dejar de ser tan masoquista y a la vez sádica conmigo misma. Espero entender que no voy a poder borrar mis inseguridades de un día para el otro, pero que eso no quita que les puedo hacer frente con dignidad. A veces pienso que por momentos me encanta saborear de la atención que requiero del resto, pero que sigue sin completarme. Incluso con mi pareja, mis amigos, mi familia. Un extraño vagando en la calle. 
No sirve; creo que ni momentáneamente... sólo es una manera barata de reconfortarme.
Debo recurrir a lo que soy buena: a la sinceridad, a la transparencia, a la dignidad, a la lealtad. ¿A dónde se me escapan esas cosas cuando me siento insegura? ¿De dónde proviene tanta inseguridad? ¿No estaré exagerando, dramatizando, como hago casi siempre? ¿No estaré siendo exigente conmigo misma? ¿Podría ser aún más rebuscado?
Todavía no entiendo cómo funciono. Lo interesante es que quiero creer que hay reglas. Tal vez sea más fácil proceder considerando con qué no funciono. La inseguridad, definitivamente, no me hace funcionar. Tengo que aprender a encararla, y no a huir de ella como suelo hacer. Eso es menospreciarme, es dejarme de lado. Significa que no me quiero hacer cargo porque ni siquiera me considero lo suficientemente importante como para que valga la pena... Quiero lidiar con ella así la puedo digerir. Uno de los placeres más masoquistas que voy a encontrar va a ser ese. ¿Cómo? Aún no lo sé muy bien, pero al menos sé que si quiero, si pongo voluntad y pienso bien, puedo enfrentarme a mis propios demonios. Ese es mi empuje. 
No necesito, como pensaba erróneamente antes -y qué vergüenza-, que ese empujoncito sea algo malo que me suceda. ¿Qué me hizo pensar semejante estupidez? ¡Ya tengo bastantes problemas! ¿Por qué reclamar más? Sólo neecesito de mí misma para impulsarme y encontrar el equilibrio. Basta de los demás: toda la gente que amo me puede ayudar pero desde otro ángulo. Para esto debo estar sola y enfrentar el mundo en esa condición. Soy un animal, soy un lobo, y tengo que sobrevivir autoabasteciéndome. Basta de intentar sujetarme a cosas externas a mí, eso sólo muestra lo necesitada que estoy de ponerme en segundo plano, o aún más bajo. Todos mis celos, mis dudas, mis falsas ilusiones, se dan porque mezclo la necesidad de amar y ser amada por otros con la necesidad de amarme a mí misma primero. Basta de pensar que esa es la solución; la solución está acá, frente al espejo.

3 comentarios:

  1. No hay nada mas enriquecedor que aceptarse primero a uno mismo, aprender a convivir con el yo de adentro y dejar atrás todo lo que nos lastima...muy bueno tu texto, me senti identificada en varias de tus palabras tina...saludos!!n.n

    ResponderEliminar
  2. me vi reflejada en cierto modo... saludos

    ResponderEliminar