lunes, 26 de noviembre de 2012

5 am

Me acuerdo de aquellos tiempos en los que no tenía la preocupación de estar preocupada. No tenía esa sensación de vacío de cómo, por qué, desde cuándo. Era un presente constante. Ahora son las 5 am, pero siento dentro de mí un retraso, unas ganas de regresar y de volver a esa falta de tiempo. A esa falta de apurar, de ser apurado, de intentar relajarme y no poder... Es una vigilia interminable, y en busca de algo que ni se descubrirá al final de mi laberinto.

Entonces una parte de mí se desprende, la parte más cruda -y a su vez la más agraciada- me domina. Intenté ciertas veces, en general con anhelo, detenerla. Detenerme. He tenido, sorpresivamente, a Eros y a Thanatos  bailando desnudos y juntos, en frente mío, y yo completamente hipnotizada y seducida por ellos. Intenté, también, recordar esa parte de mí tan estructurada, por qué aparece si tanto la detesto. El miedo lo puede todo. Da asco que tenga tanto poder sobre una figura tan hermosa como puede ser uno mismo. Noté que mi verdadera yo estaba ahí, bailando, completamente descorazonada pero fortalecida. A veces la locura de ser uno mismo está del otro lado del muro, palpando e intentando a ayudar a demolerlo. Qué satisfacción desdoblarse. Qué satisfacción que yo sufra por mí misma y que pueda arreglar ese caos con algo tan caótico como lo es el ser yo.

jueves, 15 de noviembre de 2012


“Lo sé. Sé que te defraudé, que fui un idiota. Pensé que iba a poder vivir sin nadie más, por mi cuenta… y ahora, después de toda herida y dolor, es hora de respetar a quien más amo. Con esta tristeza cargada en mi corazón, siento que lo mejor que puedo hacer es terminar todo esto e irme para siempre. Lo que está hecho, hecho está. Se siente mal, porque lo que antes me alegraba, ahora me entristece. ¿Volveré a amar? Me pregunto, porque mi mundo se termina. Cómo me encantaría poder volver el tiempo atrás, porque ahora la culpa es mía [no importa, para vos es imposible vivir sin la confianza de quien amás]. Sé que no podemos olvidar el pasado, no podemos olvidar ni nuestro amor, ni nuestro orgullo. Es eso, justamente, lo que me está matando por dentro. El todo, regresa a nada. Todo, todo se derrumba, se derrumba, se derrumba…”

domingo, 11 de noviembre de 2012



Hecho por Agustina cuando se puso a pensar qué pasaría si la vida nos rompiese el cráneo hasta sacarnos todo lo hermoso que tenemos dentro.

martes, 6 de noviembre de 2012

Mucho más allá

¿Y si nos vamos anticipando 
de sonrisa en sonrisa 
hasta la última esperanza? 

¿Y qué? 
¿Y qué me das a mí, 
a mí que he perdido mi nombre, 
el nombre que me era dulce sustancia 
en épocas remotas, cuando yo no era yo 
sino una niña engañada por su sangre?

¿A qué, a qué 
este deshacerme, este desangrarme, 
este desplumarme, este desequilibrarme 
si mi realidad retrocede 
como empujada por una ametralladora 
y de pronto se lanza a correr, 
aunque igual la alcanzan, 
hasta que cae a mis pies como un ave muerta? 
Quisiera hablar de la vida. 
Pues esto es la vida, 
este aullido, este clavarse las uñas 
en el pecho, este arrancarse 
la cabellera a puñados, este escupirse
a los propios ojos, sólo por decir, 
sólo por ver si se puede decir: 
"¿es que yo soy? ¿ verdad que sí ? 
¿no es verdad que yo existo 
y no soy la pesadilla de una bestia?". 

Y con las manos embarradas 
golpeamos a las puertas del amor. 
Y con la conciencia cubierta 
de sucios y hermosos velos, 
pedimos por Dios. 
Y con las sienes restallantes 
de imbécil soberbia 
tomamos de la cintura a la vida 
y pateamos de soslayo a la muerte. 

Pues esto es lo que hacemos. 
Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa 
hasta la última esperanza.

[Pizarnik]

lunes, 5 de noviembre de 2012

Sueño II

Es curioso cómo a veces me atrapo yo misma. ¿Es eso posible? Me desperté y sí, era un sueño. Me desperté y estaba todo oscuro, el aire estaba hecho de carbón. Mi habitación se encontraba igual de desordenada que siempre, pero había cierta cosa impersonal. Me sentía asfixiada, herida y sucia… especialmente sucia. No sabría cómo explicarles lo que es sentir que todo da vueltas cuando apenas podía percibir mis propios sentidos. Lo primero que hice fue tantear. En situaciones pavorosas donde el nivel de adrenalina sube uno empieza a pensar que está metido en una selva y sólo anhela salir. Me di cuenta que en mi mesa de luz había algo húmedo. En un momento pensé que simplemente era la reencarnación de algo terrible, y esperé a que me matara. Pero no. Lo peor [y lo mejor] es que seguía viva, que nunca pude tomar el camino fácil. 

Lo otro peor [sí, siempre hay más de un peor] es que me encanta fantasear y soy muy lábil a pensar que las cosas pudieron haber sido mejor, que era un simple monstruo que me iba a comer.
Noté, entonces, que encarecidamente lo húmedo era un preservativo usado. Esa idea me retornó a la realdad; mi habitación volvía a ser la misma de siempre, el carbón se había disipado y recordé los desengaños, la pureza, las mentiras… ya nada podía arrancarme de la realidad, la pegajosa y asquerosa realidad. Ya nada podía ser tan burdo como lo era mi propia vida. Entonces me levanté y me desesperé. Como una ola, de forma tan agraciada pero tan poco sutil, me arrasó la oscuridad. Por un momento sentí que fue un abrazo entre amigos después de al fin darse cuenta que eran el uno para el otro. Penetré en el carbón y simplemente me dejó ser. Una voz latosa me recitó un ultimátum: “Tu violador está en tu departamento, intentá encontrarlo”. Mi violador, era yo misma. Me paré. Mis piernas temblaban y podía sentir mis latidos. Seguí tanteando. Encontré el interruptor de la luz, pero no logró encenderse –sí, habría sido un logro de lo contrario.
Estaba muerta. Logré, en estos tiempos, anticiparme a los hechos tan concretos y predecibles, en especial los malos. El interruptor del baño tampoco fue de mi ayuda, así que me di por vencida y me rendí ante el negro paisaje que me rodeaba. Mis piernas seguían temblando… siempre tuve miedo, y siempre lo tendré, pero nunca llegó a paralizarme. Con ese pensamiento, seguí, tanteé, toqué las paredes y sin embargo todo daba vueltas, ni las sentía rectas. Entonces, cuando llegué al living, sentí que una mano se apoyó en mi hombro. Su mano era tan grande que sólo recuerdo que sentí que cayó sobre mi omóplato como una bolsa de arena, y mi clavícula quedó atrapada entre sus dedos. El extraño iba a matarme, y me había violado. Había quitado mi dignidad por completo, y si no me despertaba de nuevo, iba a matarme. 

Acaso dejaría que me mate? Quién, qué, será mi asesino?