miércoles, 15 de mayo de 2013

La inocencia sí puede ser irrumpida por una tormenta de cuchillas. Mis venas no tienen memoria, pero de algún modo ulterior palpitan por algún resabio. Hacen temblar mis manos, y la flor de cristal que por tanto tiempo conservé, cae y se quiebra en mil pedazos. ¿Podré juntarlos? Sí, pero nunca va a volver a ser tan linda esta flor...

lunes, 13 de mayo de 2013

Cuando voy por la calle, 
se me acerca un hombre, 
y saca de su galera 
una flor marchita,
diciéndome que mis ojos son fríos,
que mi mirada es penetrante,
que mis pupilas son dos filos,
sólo puedo pensar, alarmante,
que en él hubo un desvarío.
Que es imposible creer
que después de tanta indecisión,
después de tanta indignación,
después de tanta... digestión,
hubo sólo una forma de ver.
Que por cuanta tormenta que pase
es imposible para mí enfriarme.
Que a veces finjo, me hiero, 
pensando que algún día
pueda mostrar con lejanía
que no estoy en agonía.
Que un animal fiero
acecha en mis ojos
que es imposible sacarlo
cada vez que miro.
Es todo mentira.
Un ruido más hondo
sólo quiere calmarme
y pensar sin alarmarme
que sólo estoy viva.
Que el sufrir está,
pero que fortalece.
Que el temor está,
pero se desvanece.

Que no sirve que sea hielo
cuando el agua me rejuvenece.
Y si la próxima vez
se acerca un hombre
y saca de su galera
una flor marchita,
voy a sujetarla, firmemente
y hacerle entender
que toda mirada confusa
tiene un trabajo que amerita.