miércoles, 11 de enero de 2012

Next time I'll be braver,
I'll be my own savior
When the thunder calls for me
Next time I'll be braver,
I'll be my own savior
Standing on my own two feet



sábado, 7 de enero de 2012

Viajes

Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.


jueves, 5 de enero de 2012

+1

Podría sonreir y que el mundo lo vea en cámara lenta. Podría intentar jurarse a sí misma que todo va a estar bien mientras el sentimiento la desgarra. Podría pretender estar alineada, caminar sin tropezar y dejarse llevar por meros placeres superfluos. Podría mirarse al espejo y afirmar que no todo está perdido, mientras el reflejo la mira de reojo. Podría seguir fingiendo. 
La fabricación de una farsa tan burda la dejó caer en un placer culposo e imperfecto. Mordió [y hasta saboreó] el anzuelo por 19 años. Un año más se le concedió y esta vez no quiso dejarse llevar por la inercia de la mediocridad.
Un año más donde el choque entre copas y la sonrisa forzada le van a resbalar; la meta está en no dejarse engañar.