jueves, 5 de enero de 2012

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Podría sonreir y que el mundo lo vea en cámara lenta. Podría intentar jurarse a sí misma que todo va a estar bien mientras el sentimiento la desgarra. Podría pretender estar alineada, caminar sin tropezar y dejarse llevar por meros placeres superfluos. Podría mirarse al espejo y afirmar que no todo está perdido, mientras el reflejo la mira de reojo. Podría seguir fingiendo. 
La fabricación de una farsa tan burda la dejó caer en un placer culposo e imperfecto. Mordió [y hasta saboreó] el anzuelo por 19 años. Un año más se le concedió y esta vez no quiso dejarse llevar por la inercia de la mediocridad.
Un año más donde el choque entre copas y la sonrisa forzada le van a resbalar; la meta está en no dejarse engañar.

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