jueves, 8 de agosto de 2013

Cuando sea vieja


Cuando sea vieja voy a ser delgada, algo fláccida, con arrugas simpáticas abrazando mis ojos, seguramente no tan celestes. Ojos grises, de un color más desaturado por la vida que haya llevado; gastados por todos los dolores que haya enfrentado por todas las veces que los forcé a mirar adelante, cuando mi corazón quería ir para atrás.
Mi boca va a estar más fina que nunca; va a estar sellada. Va a estar, espero, más machucada por haberme animado a decir todo y lo suficientemente vacía por no haberme guardado nada.
Mi cuerpo será como una antigua reliquia, una verdadera representación de una cajita de recuerdos. Va a ser muy viejo y quedará opacado frente a los otros, pero va a estar cargado de muchas más historias, de grandes ilusiones y de gigantescas decepciones. Tal vez a un alma joven e ingenua, como es la mía ahora, se conmueva al ver que desafío el duro pavimento al caminar y que me aferra a esta tierra.
Cuando sea vieja mis cinco sentidos van a estar embriagados, pero lo bueno es que voy a tener algo que hoy no tengo claro. Voy a luchar por ver claramente las virtudes que me ofreció mi vida; voy a  hacer lo imposible por recordar el olor de alguna persona que amé, y otros intentaré olvidarlos; voy a impedir la insensibilidad en mi tacto; voy a alcanzar desde los recuerdos más felices hasta los tristes; voy a oír sólo lo que sea justo para mí, porque -aunque no parecerá- voy a ser aún más fuerte que ahora para elegir a mi voluntad; voy a saborear con gusto todo lo agrio que hoy no puedo tragar. 

Por último y más importante: voy a tener un sexto sentido. Un tintineo en la profundidad de mi ser que no dejará que se nuble mi juicio, que se sentirá presuntuoso al no abandonarme nunca y guiarme cuando esté mal y que al fin me va a susurrar el bien y el mal al oído.

No hay comentarios:

Publicar un comentario