domingo, 29 de diciembre de 2013



Abrí el libro. Me dio la sensación de que había una gran historia adentro, que podría ser la mía o la de otros. Estaba algo insatisfecha con el comienzo, pero luego me di cuenta que el libro escondía algo particular entre sus hojas. Necesitaba sacarlo, pero ¿cómo? Entonces escarbé entre esa sopa de letras sin sentido que no me convencía. Seguí y seguí escarbando hasta que se formó un gran hueco. Las letras, poco a poco, se desvanecieron, como si un chorro de tinta mágíca hubiese caido sobre las hojas. Tal vez en el fondo se trataba de magia... El libro, totalmente pálido y ausente de tinta, me desafiaba a que yo escriba nuevamente en él. Pensé que lo mejor era darle un descanso a mi mente, después de tanto trabajo en toda su vida, después de tanto intento de descifrar lo que escondía ese kilo de hojas, ese kilo de alma que me pesaba. No sé si fue pura prostitución, o si fue verdaderamente darle el alma a alguien, pero parte de mis recuerdos quedaron entre ese hueco por siempre, llenándolo al fin. En fin, la magia de escribir esto mismo, y que algún (des)afortunado lo lea: es un trabajo importante para cualquier ser humano de este mundo depositar confianza. Arriesgarse. Tomar los pensamientos de uno mismo y confiárselos a alguien para que pueda reflexionar y aprender. Liberarse.


No hay comentarios:

Publicar un comentario